Los últimos puesteros: “El negro Di Dío”
Aquel eterno viajante que anduvo en los pagos míos, entre calores y fríos trotando por mil caminos, entre chivitos y vinos pasaba el Negro Dio Dío.
Aquel eterno viajante que anduvo en los pagos míos, entre calores y fríos trotando por mil caminos, entre chivitos y vinos pasaba el Negro Dio Dío.
Voy a manear el Lobuno para aferrarme a las clinas entre gente campesina voy a pedirle una mano, a aquel puestero baqueano llamado Ñato Salinas.
Déjenme que tome un vino y no esperen que me vaya, quiero tocar mi guitarra de la boca del clavijero, para nombrar a un puestero que ha sido el Morocho Maya.
Vuelve a llorar mi guitarra por penas que no ha olvidado, que mi memoria ha grabado con Filamir y María su linda historia de vida allá en Los Cerros Morados.
Con la guitarra del viento y los colores del alba, entre el silencio y la calma que sal la luna y el cielo, suele dormirse Emeterio en los rincones del alma.
Con su mirada serena lo recuerdo a este puestero, allí en los puestos del cielo recorriendo a paso lento, como esperando en el tiempo su oficio de camionero.
Nacido el 9 de julio como nuestra independencia, él cuál pasó su adolescencia viajando como carrero, compraba pieles y cueros a criollos de su querencia.
Lo siento en el corazón, más que primo es un hermano, pues casi juntos nos criamos como el bozal y el cabestro, somos huellas de los puestos.
Vuelve a sonar mi guitarra nadie la puede callar, Vuelve otra vez a cantar porque le sobran las ganas, de cantarle a esa artesana llamada Luisa Cabral.
Mi pingo ya tiene sed a galopado a lo grande, desde La Pampa a los Andes entre el calor y la tormenta, me voy a tomar la vuelta por lo de Lelis Fernández.