En la comparación novillito- kilos de maíz se puede apreciar que el poder de compra generado en los últimos dos meses tuvo una mejora pero aún está bajo en relación a los promedios históricos.
La Fundación Mediterránea, a través de su instituto de investigaciones IERAL, publicó el reciente análisis de los especialistas Juan Manuel Garzón y Franco Artusso acerca de la actualidad económica del feedlot.
IERAL monitorea la situación económica de los sistemas intensivos de producción de hacienda bovina (conocidos habitualmente como feedlots) a partir de un indicador simple pero robusto, que da respuesta a la siguiente pregunta: ¿cuántos kilos de maíz se compran con la venta de un novillito, una vez descontado el costo de la invernada? Como puede inferirse, se trata de un indicador de poder de compra que se interpreta en forma bien directa: a mayor cantidad de kilos de maíz que puedan comprarse, mejor será el presente económico del engordador.
Este indicador muestra una mejora relevante en los últimos 2 meses. En enero, con la venta de un novillito se lograba comprar la invernada (a precios de ese momento) y con los ingresos remanentes unos 1.443 kilos de maíz (valuados a precio Rosario, descontando el costo de un flete de 350 km); este poder de compra era bajo en perspectiva histórica, un 40% menor al observado en promedio durante los últimos 13 años, permitiendo deducir una situación económica incómoda para los engordadores. Por su parte, entre febrero y comienzos de abril, la venta de un novillito logró comprar la invernada y unos 2.165 kilos de maíz, un volumen 50% superior que el del arranque del año.
La situación mejoró considerablemente, pero debe advertirse que queda una brecha todavía del 10% respecto al poder de compra promedio del período 2010/2022 (es decir, la brecha que era del 40% se redujo al 10%).
El indicador de IERAL puede mejorar ya sea porque el precio relativo de los animales se modifica a favor de los engordadores (sube el precio de los gordos respecto de los livianos), porque mejora el poder de compra de la hacienda en términos de maíz y/o porque se combinan ambos factores. En este caso, la mejora se explica más por el cambio de precios relativos de categoría de animales que por el mayor poder de compra de la hacienda en términos de maíz.
En los últimos trece años (2010-2022) el precio por kilo de la invernada (tomando como referencia un ternero de entre 160 y 180 kilos) fue en promedio un 25% más alto que el de precio de un novillito de entre 370 y 380 kilos (Mercado de Cañuelas, ex Liniers). En lo que va de este año el valor de la invernada ha ido convergiendo al del novillito: en enero un kilo de ternero cotizaba un 23% más que un kilo de un gordo, diferencia que se redujo a un 11% en febrero, a un 3% en marzo, y que ha seguido achicándose durante los primeros días de abril (0,5%).
Por su parte, con la suba de precios de hacienda de febrero y marzo, y cierta estabilización en el precio del maíz, el poder de compra de la hacienda en términos del cereal mostró una mejoría. En enero, se compraban 7,4 kilos del cereal por cada kilo de novillito vendido, relación que pasó a ser de 9,3 en el mes de marzo (+26%); esta suba también ha contribuido a la mejora de la situación económica del engordador, aunque nótese que el nivel actual de este indicador está todavía bastante por debajo de su media reciente (12,3 kilos de promedio en el período 2010-2022) y mucho más lejos aún de los que fuesen sus mejores años (14,9 kilos en 2014, 19,4 kilos en 2015).
Un dato del contexto en el que se viene desenvolviendo la ganadería, que contribuye a explicar la mejora en los precios relativos que enfrenta el engordador, tiene que ver con la excepcional sequía que sufrieron distintas zonas de producción, con consecuente impacto negativo sobre pasturas, granos y costos de alimentación. Por el evento climático los planes de producción y engorde de muchos establecimientos han sido modificados, con una descarga de animales desde los campos de cría y recría extensiva y hacia los establecimientos de engorde intensivo (y también hacia frigoríficos), que se ha adelantado respecto a la que se observa habitualmente y seguramente difiere de la planificada por los productores.
Como se mencionase, en estos últimos meses ha mejorado el resultado económico esperado del engorde, pero resulta clave que los precios de la hacienda, en particular de sus categorías de mayor edad y kilaje, se mantengan firmes a futuro a los efectos de mejorar el negocio de este eslabón de la cadena ganadera, que viene muy golpeado en los últimos años. Y para que esta última condición se cumpla, es clave la evolución que muestre la demanda, tanto interna como externa. Respecto a ella, se presentan algunas luces amarillas y rojas, factores varios que pueden jugar en contra dificultando traslados a precios internos de mayores costos (de producción y de vida), desde cuestiones meramente estacionales (el consumo suele aflojar en los meses del otoño / invierno), el contexto internacional (una economía global creciendo menos que el año pasado) y particularmente la propia situación de Argentina, con una crisis económica que se sigue profundizando y que amenaza escalar en el futuro inmediato.
Un riesgo macroeconómico muy latente con potencial de daño sobre la actividad del engorde y la ganadería en general es un salto en el tipo de cambio oficial (para todos los productos y no sólo para aquellos que vienen siendo incluidos en los programas Dólar Soja), que incremente los costos de producción, en particular los de sanidad y alimentación. La experiencia muestra que el traslado a precios internos de un tipo de cambio más alto es mucho más rápido y completo en los granos, las harinas proteicas y otros insumos de los establecimientos ganaderos que en los valores que se pagan por los propios animales de producción cuyos precios internos, si bien reaccionan frente a un nuevo escenario cambiario, lo hacen en forma mucho más gradual.
Fuente: IERAL- Fundación Mediterránea