Vuelve a llorar mi guitarra por penas que no ha olvidado, que mi memoria ha grabado con Filamir y María su linda historia de vida allá en Los Cerros Morados.
A Don Filamir Barrera seguido lo visitaba, siempre en la aguada esperaba algún ternero embichado, y otras veces en farreado entre la liga y la taba.
Recuerdo a María Cerda tan simpática y hermosa, muy amable y bondadosa una eximia costurera, excelente pastelera una mujer talentosa.
Versos extraídos con permiso del autor, Ariel “Alpataco” Vazquez, del libro Los últimos puesteros.