Aquella vieja cocina quedó en el puesto olvidada, ésa que mi madre usaba en aquellas tardecitas, friendo tortas fritas que junto al mate ayuntaba.
A la mañana temprano mientras el gallo cantaba, entre el hervor de la pava para ensillar el amargo, porque los días son largos y es corta la madrugada.
Mi madre hachaba la leña para agregarle al brasero, en el horno el pan casero y esas ricas carbonadas, cuántas ramitas quebradas para apurar el puchero.
Versos extraídos con permiso del autor, Ariel “Alpataco” Vazquez, del libro “Los últimos puesteros”.