Los últimos puesteros: “Horacio Montiel”
Voy a largar mi tropilla de versos sobre un papel, para callar el tropel entre relinchos y truenos, para rayar con el freno en lo de Horacio Montiel.
Voy a largar mi tropilla de versos sobre un papel, para callar el tropel entre relinchos y truenos, para rayar con el freno en lo de Horacio Montiel.
Largo unas coplas al viento, para que lleguen buen lejos, y me afirme en los consejos, el de estribar bien cortito, para pasar un ratito por lo del Tony Vallejos.
Mi canto no tiene pausa Ni se cansa de trotar, nadie lo puede parar porque le sobra rebenque, voy a atar en el palenque de un tal Victelmo Badal.
Nació por La Guadalosa donde La Pampa se aleja, entre corrales de ovejas de Telén hacia el poniente, el poeta no vidente Roberto Sejas.
Tengo un quirquincho en las brasas con leña de piquillines, se queman los chinchulines recién llegó el invitado, le está aflojando el recado al zaino Julio Martínez.
Suena otra vez mi guitarra con su tonada oesteña canta y se quema la leña de aquel fogón campesino el rastro de Erasmo Peña.
Me contaba Martín Sánchez que en la puerta del corral, lo sabía desafiar con el trenzado en la mano, a Rubencito un paisano que era bueno para el pial.
Tengo las cartas en la mano pero le pierdo los rastros, yo tengo el ancho de bastos, sobre la mesa un patay al Poroto Peletay le gritaré un vale cuatro.
A la historia de los pueblos no sólo la hacen las guerras, porque la paz de mi tierra fue escrita por gente pobre, a la Patria la hicieron hombres como Don Pablo Becerra.
Esta guitarra del viento que nadie puede callar, vuelve otra vez a sonar cruzando el río Salado, a un grande que fue olvidado llamado Nico Cabal.