La asociación Fertilizar organizó en el encuentro sobre la campaña de soja realizado este martes a las 10.30, y el ingeniero Máximo Uranga, se refirió a su experiencia de nutrición para soja pero no pensando sólo en el cultivo si no afectando a la rotación.
En su presentación explicó que tiene su actividad productiva concentrada en la zona pampeana núcleo, hacia el sudeste de Córdoba y centro de Santa Fe pero también asesora establecimientos de Entre Ríos.
“Un primer punto que yo tengo en cuenta antes de definir la estrategia productiva del cultivo es que no se piensa en la soja sola porque siempre manejamos rotaciones y combinaciones. Por eso primero determinamos sobre qué ambiente estamos trabajando”, señaló.
Dentro de su trabajo se diferencian dos ambientes, el que tiene los efectos de una napa superficial que da humedad y ayuda a los cultivos a sufrir menos la sequía, tener alto rendimiento y una estabilidad. En otros sectores la napa está más profunda y se depende del agua almacenada, del clima y las lluvias. Con esta diferenciación, el ingeniero recordó la sequía del período 2011- 2012 para el sudeste de Córdoba y la diferencia de rendimientos en campos con muy buena aptitud por la variable de contar o no con las napas.
Pensando en la soja, incluso en un esquema de rotación, destacó que responde a la nutrición principalmente en la combinación de fósforo y azufre, con otra mejora indirecta si se agrega nitrógeno. Esto redunda en un beneficio del ambiente, porque en ese mismo suelo antes y después se implantan otros cultivos. Entonces se puede decir que “la soja responde a una rotación bien nutrida”.
Al considerar los datos económicos, el rendimiento relativo de las decisiones de nutrición según los ensayos mantenidos, el 90% de los resultados se logran en la soja de primera se logra con 12 a 13 partes por millón de fósforo en suelo. “En cambio cuando se buscan potenciales más altos, y se maneja en un ambiente con todos los factores de manera más fina, con el 90% se ve que se está resignando el 10%. Se trata de ir más allá para acercarnos al 100%. Entonces necesitamos ofrecerle a la soja alrededor de las 18 partes por millón de fósforo”, indicó.
En el azufre explicó que también se guía por la experiencia zonal, con ensayos a campo, y se agrega lo necesario.
Volviendo a los dos ambientes presentados, se hacen planteos diferentes. En el que tiene las napas siempre la rotación está, con soja, maíz y trigo, para tener un balance de carbono positivo y manejar la fertilización con un criterio de reposición. “El análisis que hacemos es de reposición en cada rotación y no por cultivo”, dijo.
Un parámetro para los dos o tres años de rotación es que el balance de fósforo debe ser neutro, entre lo que rindió el cultivo, o sea se llevó, y lo que se le aplicó.
En cuanto al nitrógeno, se hace el ajuste en la rotación porque la soja en sí no tiene una respuesta directa pero sí sirve para maíz y trigo.
Volviendo a la reposición de azufre, se aplican entre 14 y 16 kilos para trigo y maíz cuando es más sencillo agregarlo junto con los fertilizantes nitrogenados. Otra incorporación es la del zinc.
Así se manejan lotes viendo materia orgánica, el fósforo estable y PH para que no baje, afirmó. Realizando análisis de suelo.
Uranga destacó que en la aplicación de fertilizantes con sembradora se debe tener cuidado porque las semillas de soja son sensibles a la fitotoxicidad. Esto limita la aplicación pero al mismo tiempo es un dato importante para no poner en riesgo el cultivo. Las sembradoras con doble fertilización permiten por la cantidad de boquillas extra incorporar una cantidad limitada de fertilizante con las semillas y el resto de los nutrientes se incorporan en las boquillas intermedias al voleo. Con estas limitaciones, se puede cuidar el suelo al suplir las faltas con los cultivos siguientes.