La milpa mexicana como ejemplo de agrobiodiversidad

«Si pasea por las tierras agrícolas de las zonas accidentadas y montañosas de México, verá plantas de maíz muy separadas entre sí, con frijoles de vara trepando por ellas y grandes hojas de calabaza cubriendo el suelo junto con hierbas comestibles. Todo ello forma parte de un sistema agrícola conocido como una milpa«, explicó la FAO acerca de la práctica ancestral que se trata de incentivar en el país azteca.

Con ese tipo de manejo, sucede justo lo contrario del monocultivo: cada familia produce una gran variedad de cultivos nutritivos.

Estos resilientes sistemas agroalimentarios ancestrales de origen prehispánico y las culturas alimentarias vinculadas a ellos son cruciales para la agrobiodiversidad de México. De hecho, el propio término biodiversidad podría haberse acuñado pensando en los colores púrpura, naranja o amarillo brillante de las docenas de variedades de maíz que se encuentran en el país. Lo mismo ocurre con muchos otros cultivos.

Para ayudar a recuperar las prácticas agrícolas tradicionales y poner más de estos y otros alimentos biológicamente diversos autóctonos en los campos de los agricultores y en los platos de los consumidores, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha estado trabajando con el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM) y un instituto de investigación local: la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO).

En cuanto a la nutrición de las personas, el objetivo es ayudar a resolver algunos de los problemas de sobrepeso, obesidad y enfermedades no transmisibles, que en México, como en muchos otros países, se han disparado debido al creciente consumo de alimentos altamente procesados y a la escasa variedad en la dieta de las personas.

La biodiversidad agrícola de México es una rica reserva de rasgos que ayudan a la adaptación a condiciones agroecológicas específicas, a la resistencia a plagas y enfermedades y al cambio climático. Sin embargo, la continua expansión de la agricultura intensiva a gran escala, las prácticas de monocultivo y el abandono de la producción agrícola tradicional hacen que los hogares y las comunidades sean más vulnerables a las perturbaciones naturales y económicas, por no hablar de las graves repercusiones en la seguridad alimentaria y la nutrición.

A través de un proyecto innovador sobre la conservación de la diversidad genética y los agroecosistemas tradicionales en México, la FAO, el FMAM y la CONABIO han logrado invertir la tendencia en regiones seleccionadas.

CONOCIMIENTO TRADICIONAL Y BIODIVERSIDAD

Un objetivo clave del proyecto era revitalizar y aumentar la visibilidad de la milpa, permitiendo a los agricultores sentirse reconocidos por su producción y ayudar al mismo tiempo a la población urbana del país a valorar su trabajo.  Los sistemas de la milpa ayudan a los agricultores a diversificar sus cultivos y aumentar la productividad, a la vez que se hacen más resilientes al cambio climático.

También fue importante la creación de 77 proyectos de bancos de semillas comunitarios y familiares para mejorar la gestión de la agrobiodiversidad local y regional, con la participación de más de 1.444 agricultores, la creación de redes de custodios de semillas y la puesta en marcha de intercambios de semillas entre comunidades. Todo ello ha contribuido a mantener 155 especies de notable importancia a nivel mundial dentro de los agroecosistemas. El papel de los parientes silvestres de diversas variedades de cultivos ha sido especialmente significativo para aumentar la resiliencia.

En un periodo de cinco años, casi 10.000 productores mexicanos han reforzado sus capacidades para conservar y gestionar su agrobiodiversidad con las prácticas y conocimientos adquiridos. Estas prácticas de agricultura sostenible también han tenido un efecto directo en cerca de 5 200 hectáreas y en más de un millón de hectáreas de forma indirecta.

Fuente: FAO