«Se planchó el negocio. Luego del fogonazo de precios ocurrido en diciembre, la licuadora llegó a la ganadería. No se puede decir que sea un momento de quebranto para el negocio, pero hay numerosas señales que marcan un incipiente rumbo de deterioro», dio a conocer la consultora Zorraquin + Meneses en su reciente informe.
Según analizan, los criadores, cuyos principales productos a vender son terneros y vacas, han visto que ambas categorías sostienen el mismo precio (o más bajo) en los últimos 60 a 80 días. Terneros que hoy cuesta vender a 2.100 $/kilo, en febrero y marzo se ubicaban arriba de los 2.200 $/kilo. La vaca conserva no llega a los 1.000 $/kilo, mientras que la vaca gorda se ha defendido mejor sosteniendo valores de 1.500$ a 1.800 $/kilo. Las vacas viejas preñadas, otra categoría que suele salir a venta, se ubican algo arriba de los $500.000 y la vaquillona preñada buena de primer servicio con algo de esfuerzo se ubica arriba de los $800.000. Con un otoño que ha sido, hasta ahora, bastante amable climáticamente, estos productores han intentado agregar más kilos a la invernada postergando ventas. Esto debiera haberse visto reflejado en un mayor precio, pero hasta ahora eso no se ve. Y los campos, con la llegada de los fríos, se van achicando en su oferta de forraje.
Este atraso en los precios se ha combinado con un aumento de salarios y de impuestos (los dos principales costos para un criador con campo propio) que se han encarecido medido en kilos de carne. La paradoja es que los valores de arrendamiento, en kilos de carne, se mantienen casi sin cambios.
Mientras que para los invernadores o feedloteros la foto es algo mejor, pero sin tirar manteca al techo. El novillito en el orden de los 2.200 $/kilo y el novillo más pesado en los 2.000$/kilo, ubica la relación flaco/gordo en 1,10 aproximadamente, una invitación a volver a llenar corrales. Sumado a un precio de maíz que ha subido pero que todavía permite una relación amable. Y con un silo de maíz que en general zafó del daño de la chicharrita y entregó buenos volúmenes de materia verde por hectárea.
En el mercado interno, se mantiene baja la cantidad de cabezas faenadas, abasteciendo a un mercado interno que ha disminuido (suponemos que momentáneamente) el consumo de carne vacuna a niveles piso en la historia. En parte este consumo ha sido reemplazado por mayor consumo de carne de pollo y de cerdo, que muestran valores por kilo en el mostrador más barato.
Es bueno recordar que el consumo de las tres carnes en nuestro país se ubica todavía por arriba de los 100 kilos/habitante/año, algo que ocurre en pocos países. Claro que eso es un promedio que no muestra los desequilibrios alimentarios entre personas o regiones.
La exportación empieza a mostrar signos de agotamiento de precio, aunque no de volumen. China sigue aspirando carne, pero convalidando precios mucho más bajos (cerca de un 30% respecto a los valores máximos logrados). Para nuestro país, donde China representa cerca del 80% del volumen en toneladas exportado, esto es una pésima noticia. La cuota Hilton va a costar completarla, en parte por falta de oferta de novillos pesados sin engorde a corral y en parte porque la rentabilidad de la exportación se va deteriorando. Como dijimos en nuestro informe de abril, indicaron desde la consultora, la ganadería debe analizarse como película y no como foto. Los cambios no son bruscos y por esa razón cuesta anticiparlos. Pero están ocurriendo y es clave evitar un rumbo sostenido de colisión. concluyeron.