El producto analizado y verificado es una etapa intermedia (Upstream) de la Declaración Ambiental de Producto (EPD) de un kilogramo de carne fresca, envasada y deshuesada de vacuno, raza Angus, producida en un sistema silvopastoril de ciclo completo en la zona de Paso Gallo, al Noreste de Entre Ríos.
Especialistas del INTA y del INTI realizaron un estudio que permitió obtener la Declaración Ambiental de Producto (EPD) de un kilogramo de animal peso vivo de la raza Angus en un campo ganadero de Entre Ríos. Este eco-etiquetado contiene 10 impactos ambientales, desde el origen de todos los factores de producción hasta la salida del animal en la tranquera. Se trata de uno de los sistemas de certificación más exigentes del mundo que permitirá respaldar la sostenibilidad y prestigio de la carne argentina frente a las exigencias del mercado internacional. Esta información está publicada online y es de acceso libre.
“Estamos muy orgullosos de publicar la primera declaración ambiental de producto de un animal vivo, como un producto intermedio, que no llega directamente al consumidor”, señaló Rodolfo Bongiovanni -especialista en análisis de huellas ambientales del INTA Manfredi, Córdoba-. Y explicó que “se certificó la producción de animales en el campo, la etapa primaria que se llama upstream. Es decir, desde que se generan todos los productos para producir, todos los insumos, todos los factores de la producción, hasta que se logra un kilo de peso vivo en la tranquera del campo”.
“Este eco-etiquetado -explicó el investigador- considera 10 impactos ambientales dentro de los que se destaca la huella de carbono, que es el más conocido, pero no es el único. Y dentro de la huella de carbono, el animal peso vivo tiene una huella asociada al propio animal, principalmente la fermentación entérica, de unos 12 kilos de dióxido de carbono equivalente por cada kilo vivo”, agregó.
Y especificó: “Ahora bien, cuando se tiene en cuenta el sistema de producción, la remoción de carbono o secuestro de carbono que hay en un manejo silvopastoril, con pasturas perennes, se llega a una reducción de la huella de carbono, a una compensación, y en el balance queda un valor final de 1,77 negativo, es decir, una remoción de 1,77 kilos de dióxido de carbono equivalente por cada kilo de peso vivo”.
EL EFECTO MULTIPLICADOR DEL IMPACTO AMBIENTAL
Los impactos ambientales se calcularon teniendo en cuenta la cadena de producción parcial desde el nacimiento del animal hasta el animal vivo terminado (Upstream), según se especifica en la norma de referencia PCR Carne de mamíferos versión 4.0.1. Para esto, se utilizó el criterio de asignación biofísico, asumiendo un rendimiento de 2,71 kg de peso vivo animal por cada kilogramo de carne envasada deshuesada, y un porcentaje de asignación del 94,07 % para la carne, con respecto a los subproductos.
“Es decir, si se quiere llegar a conocer el impacto de la carne sin hueso, necesito 2,71 kilos de peso vivo, lo que me permite multiplicar la huella de carbono negativa llegando a una huella de carbono negativa de 4,51 por kilo de carne envasada al vacío”, detalló el investigador del INTA, aunque también hay que sumar el impacto del procesamiento y la cadena de abastecimiento.
Dentro de las categorías de impacto que se certificaron, se destaca el potencial de calentamiento global o huella de carbono, que resultó en 12,24 kg CO2eq por cada kilogramo peso vivo de animal terminado. El principal punto crítico de emisiones o hotspot radica en la producción ganadera, donde se destaca la emisión de metano por fermentación entérica (80,8 %), seguido por la producción de alimento en las distintas etapas cría, recría y engorde (14,1 %) y en tercer lugar aparecen las emisiones por gestión del estiércol (4,5 %).
“Considerando la remoción de carbono en el sistema ganadero silvopastoril, el balance resultó en -1,77 kg CO2eq por cada kilogramo peso vivo en la tranquera del campo”, concluyó Bongiovanni.