Analizan la eficacia de genes de resistencia en enfermedades de soja

Un estudio colaborativo realizado entre investigadores de la Argentina, Australia, Canadá, China y los Estados Unidos reveló que los genes de resistencia -Rps- a la podredumbre del tallo y la raíz de la soja perdieron eficiencia para su control debido a la utilización continua de solo algunos de ellos. Recientemente publicado en la revista internacional Nature Communications, este trabajo destaca el rol del INTA como líder en la investigación agrobioindustrial.

El manejo de enfermedades a través de la resistencia genética es ampliamente utilizado para reducir ataques y epidemias en los cultivos, y así contribuir a la accesibilidad del alimento a nivel global. De entre este tipo de genes, los Rps -Resistencia a la Phytophthora sojae– son utilizados para reducir el impacto del agente causal de una enfermedad conocida como podredumbre del tallo y la raíz de la soja.

Eduardo Guillin -investigador del INTA y contraparte argentina en el estudio-, explicó: “A lo largo de los años se han descripto numerosos genes Rps, pero sólo unos pocos se han incorporado a las variedades comerciales. Esto plantea el interrogante de qué nivel de eficacia siguen teniendo estos materiales”.

El estudio “Análisis sobre la eficacia de genes de Resistencia a la podredumbre del tallo y la raíz de la soja” fue realizado en colaboración entre investigadores de la Argentina, Australia, Canadá, China y los Estados Unidos y “apunta a caracterizar la capacidad de adaptación de Phytophthora soja al manejo de la enfermedad utilizando resistencia genética. Dicho trabajo incluye una revisión sistemática del patógeno, realizada entre 1990 y 2019”, indicó Guillin, quien trabajó junto con Pablo Grijalba, investigador de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires.

Los resultados del estudio demostraron que en los últimos años se registró una pérdida de eficacia para el control de esta enfermedad en la Argentina, Canadá y los Estados Unidos, debido a la utilización continuada de sólo un puñado de genes Rps. “Esto conlleva a una presión de selección continua y en un único sentido. Por otra parte, en China el control es aún eficaz debido a que la introducción de los Rps es más reciente”, subrayó.

Otro aporte del estudio indicó que “los aislamientos del patógeno son cada vez más infectivos en relación con una mayor cantidad de genes de resistencia”, puntualizó Guillin y agregó: “Además, se observa una creciente diversidad patogénica en las poblaciones a lo largo del tiempo, es decir, mayor número de genes Rps en un mismo territorio, lote, región, etc.”.

Por otro lado, el investigador del INTA profundizó: “Los genes de resistencia interactúan con ‘genes de avirulencia’ propios del patógeno, de manera singular, ‘gen a gen’. Cuando las proteínas del patógeno (codificadas en los genes) son reconocidas por las codificadas por los genes de resistencia (propios del genoma de la planta), se desencadena una fuerte reacción de defensa. Cuando este reconocimiento no acontece, ocurre la infección”.

“En esta dinámica las poblaciones del patógeno van adaptándose continuamente al desafío ambiental que para ellas significa la presencia de genes Rps por vía de diferentes mecanismos y así van superando las medidas de manejo de la enfermedad”, agregó el especialista del INTA.

El trabajo plantea “la necesidad de incorporar nuevas fuentes de resistencia a Phytophthora sojae en los programas de mejoramiento de soja”; pero a la vez, puntualizó Guillin, y enfatizó: “Se debe tener en cuenta que la introducción de nuevos genes sería solo una solución pasajera entre los intentos de control y la capacidad de adaptación de los patógenos”.

Como conclusión, “es importante comenzar a transitar un cambio de paradigma que aporte una mirada ecológica, que incluya la correcta nutrición, la integración de los cultivos con el ambiente, y la salud del suelo como organismo vivo, tal que se optimicen las comunidades de microrganismos, incluyendo patogénicos y benéficos”, sintetizó Guillin.