Ya no anda nadie en los puestos sobre las huellas pesadas, se borró la rastrillada y se pobló en las orillas, de alpatacos y jarillas quedan las huellas cerradas.
El perfume del tomillo que crece en el camino, hoy se ha vuelto tan mezquino que tapa la claridad, y vuela en la oscuridad el aromita a zorrino.
Ya no está la polvareda que se volaba del suelo, sólo perdura el desvelo por esas huellas vacías, y el color de sus heridas en el celeste del cielo.
Versos extraídos con permiso del autor, Ariel Alpataco Vazquez, del libro Los últimos puesteros.