Los últimos puesteros: Morocho

Déjenme que tome un vino
y no esperen que me vaya,
quiero tocar mi guitarra
de la boca del clavijero,
para nombrar a un puestero
que ha sido el Morocho Maya.
Anduvo cuidando ovejas
y trabajaba de peón,
al galope de sol a sol
repuntando la majada,
de tardes de galopadas
hasta llegar a la oración.
Por el puesto De la Vívora
por San Enrique también,
rellenando un terraplén
que tape por la bebida,
aquellas amanecidas
de farol y querosén.

Versos extraídos con permiso del autor, Ariel “Alpataco” Vazquez, del libro Los últimos puesteros.