Suena otra vez mi guitarra con su tonada oesteña canta y se quema la leña de aquel fogón campesino el rastro de Erasmo Peña.
Un corralito de chivas, un ranchero con cocina, en las aguas cristalinas que escupe el gran manantial, Don Erasmo hizo su “real” por el puesto La Cosmina.
Allí galopó distancias por las huellas de una hebra, su historia que no se quiebra cual tronco de piquillín, de aquel paisaje sin fin de tantas lomas con piedras.
Versos extraídos con permiso del autor, Ariel “Alpataco” Vazquez, del libro Los últimos puesteros.