Mis coplas las lleva el viento por viejas huellas de una hebra, y aunque mi voz se me quiebra cuando me adentro a mi suelo, lo encontraré al guitarrero llamado Eleodoro Puebla.
Me han contado por allí que antes de aprender a hablar; él ya sabía tocar y antes de soltar amarras, descosía la guitarra allá en el Cortaderál.
Anduvo cuidando chivas o plumeando algún overo, los sueños del guitarrero dormían en su recado, el tiempo que lo ha cazado en su destino zorrero.
Versos extraídos con permiso del autor, Ariel “Alpataco” Vazquez, del libro Los últimos puesteros.