La FAO alertó que esta tendencia socava los esfuerzos para acabar con el hambre y la pobreza. En África: 72 millones, o sea uno de cada cinco niños africanos, trabajan y la gran mayoría en el sector agrícola. En Asia 62 millones de niños trabajan.

El número de niños que trabaja en agricultura en todo el mundo ha crecido en más de un 10 por ciento desde 2012 debido, en parte, a los conflictos violentos y a los desastres.
“El número de niños que trabaja en la agricultura ha aumentado en todo el mundo de forma considerable, de 98 millones en 2012 a 108 millones hoy -tras más de una década en continuo descenso-, según las últimas estimaciones. Los conflictos prolongados y los desastres naturales de tipo climático, seguidos por la migración forzada, han obligado a cientos de miles de niños a ponerse a trabajar”, advirtió esta semana la FAO.
Los hogares en los campos de refugiados sirios en el Líbano, por ejemplo, son propensos a recurrir al trabajo infantil para garantizar la supervivencia de la familia. Los niños refugiados realizan diversas tareas: trabajan en el procesamiento del ajo, en invernaderos para la producción de tomates o recolectan papas, higos y frijoles. A menudo están expuestos a múltiples amenazas, entre las que se incluyen plaguicidas, condiciones inadecuadas de saneamiento en el campo, temperaturas elevadas y fatiga por realizar trabajos que exigen un gran esfuerzo físico durante períodos prolongados.
Al mismo tiempo, eso descarta sus posibilidades de asistir a la escuela y cubrir las necesidades de desarrollo de su niñez.