La ingeniera agrónoma Jorgelina Montoya, es una de las profesionales de la EEA Anguil del INTA que lleva adelante investigaciones, capacitaciones y tareas de extensión destinadas al agro. Además, es una de las nominadas al Premio Lía Encalada 2023, promovido por Mujeres Rurales Argentinas.
«Desde niña sabía que iba a estudiar agronomía. Mi familia tenía campo y todo lo rural estaba muy presente, yo lo vivía con mucho gusto e intensidad. Al terminar la escuela secundaria no dudé en inscribirme en la Facultad de Agronomía; porque todo lo que tenía que ver con la producción agropecuaria me motivaba«, contó a RD.
Con el tiempo su familia, por los momentos difíciles que le toca vivir al agro, decidió vender el campo pero Montoya sabía que no sólo podía ser productora porque su título le abría otras posibilidades laborales.
La oportunidad de acercarse al INTA se dio antes de terminar la universidad, cuando se organizó una charla sobre fertilización, con el ingeniero agrónomo Alfredo Bono. Entonces ella y una compañera, Paulina Lescano, se enteraron de la posibilidad de realizar una tesis de grado.
«A partir de ahí tomo contacto con lo que es la investigación. Trabajé e hice algunas otras colaboraciones con el grupo de suelos, hasta que salió una beca de iniciación en la investigación para INTA Anguil sobre el impacto ambiental de los agroquímicos en los sistemas de producción«, recordó. Este fue un primer desafío, bajo la dirección del Ing. Agr. Nicasio Rodríguez.
Fue todo en un momento clave, por el contexto productivo que transitaba el sector, porque se instalaba de forma exponencial la siembra directa con un mayor uso de los herbicidas y todo lo que ello implicaba.
CIENTÍFICAS DEL AGRO
Era el año 1997 y dentro de la planta profesional de la Estación Experimental «Ing. Agr. Guillermo Covas» eran sólo tres mujeres, comentó, una médica veterinaria, una licenciada en recursos naturales y ella. Si bien los hombres eran mayoría, Montoya aseguró que la inserción laboral y las posibilidades de trabajar en equipo se dieron con una gran apertura.
Hoy la cantidad de mujeres en estos ámbitos es mucho mayor y sigue creciendo. «Creo que no hay ni límites ni diferencias entre las posibilidades que la mujer tiene hoy en día a estos espacios de trabajo. La inserción hacia dentro y fuera de INTA fue algo natural. El trabajo comprometido y responsable se visualiza en dar respuesta a la comunidad y al sector en particular«, indicó a este portal.
Acerca de la motivación de investigar, que principalmente le da respuesta a las situaciones que productores, agroindustria y otros eslabones del sector pueden tener, Montoya consideró que al trabajar desde una institución pública se debe conocer la misión institucional, el rol del instituto y tener la vocación de servicio que genera ese sentimiento de compromiso. «Nosotros lo sentimos al INTA como nuestro segundo hogar. Sabemos lo que cuesta conseguir cada cosa y el valor de quienes traccionan y ponen su esfuerzo. Dicen que tenemos puesta la camiseta, …y sí«, afirmó.
Pensando en las mujeres jóvenes y las estudiantes que pueden sumarse a la investigación destinada para el agro, Montoya comentó que hay que evitar los preconceptos, para que sean libres de tomar sus propias decisiones y marcar el rumbo hacia dónde quieren llegar. Hay muchas experiencias de mujeres que hoy lo están haciendo y demuestran que no hay diferencias para desarrollarse en este ambiente, afirmó.