Hace más de 15 años que un proyecto de trabajo solidario y en red vincula colegios rurales, familias y comunidades desde la localidad de Azul. Una experiencia que fue contada por sus protagonistas hoy en la Expo Rural piquense.
La socióloga Verónica Torassa comenzó la disertación diferenciando cuatro tipos de capital: natural, construido, humano y social, este último es el único que no se agota con su uso, cuanto más se desarrolla más hay, refirió con base en las ideas de Bernardo Kliksberg.
Para el desarrollo social rural se pueden aplicar estos conceptos porque la empresa agropecuaria además de empleados tiene familias , y poner foco en educación, salud o vivienda fomentan su crecimiento. Y el capital social también aporta desde el conocimiento, la responsabilidad cívica, el relacionamiento entre instituciones, la integración de redes, los vínculos de confianza y los valores como solidaridad, justicia, tolerancia, lealtad, respeto y más.
En su experiencia personal, comentó, se interesó por la población del periurbano y las escuelas rurales de la zona de Azul (Bs. As.) detectando las necesidades de esos grupos para mejorar la calidad de vida de las familias, igualar las oportunidades de acceso a la educación, favorecer la inclusión social y promover el arraigo en territorio.
“La gente se va del campo porque hay más factores de expulsión que de arraigo”, señaló.
Y se planteó un abordaje integral del sistema, como lo propone Kliksberg, conformando una red y con una propuesta público- privada de trabajo. Así nació PROMECER (Proyecto Mejoremos Juntos la Calidad de Nuestra Educación Rural).
Luego, la docente rural Fernanda Uhalde se refirió a su experiencia personal en la Escuela 37. Un avance de vinculación de los estudiantes con la ciudad, la incorporación de música, computación, educación física, arte y otras materias que hasta el inicio del proyecto no se dictaban en los colegios rurales.
Romina Rodríguez, también contó su vivencia como mujer rural y capacitadora a cargo de enseñar hilado artesanal, para integrar a las madres de los chicos que asisten a las escuelas y que son las que esperan varias horas en el colegio mientras sus hijos están en clases.
“Arranqué en el año 2018, con lana de mi propia oveja”, señaló. Además, ha sido premiada por sus hilados artesanales y afirmó que es una forma de tener un ingreso laboral porque no en todos los campos las mujeres pueden trabajar.
Los productos confeccionados por las mujeres de Hilado del Azul han llegado a Caminos y sabores e incluso están con la posibilidad de exportar. Durante la pandemia se abrieron otro tipo de ventas, señaló, y lograron implementar las ventas on line.
En el marco de ese diálogo las tres referentes de ese programa se refirieron al crecimiento logrado en 18 años y todas la actividades que se pueden sostener por el trabajo solidario en red.