Lo vieron ladrar la luna que brilla en la soledad, él sueña que volverá por una huella sin tiempo, su amigo que llevó el viento, el que nunca volverá.
Dicen que se echa en la noche en un cuerito de ovejas, de a ratos con sus orejas busca sentir un tropel, pero son las penas de él que solitarias se alejan.
Toma el agua en la bebida come en alguna osamenta, muchas veces se lamenta aullando en las madrugadas, por la tierra desolada que duele más de la cuenta.
Versos extraídos con permiso del autor, Ariel Alpataco Vazquez, del libro Los últimos puesteros.