Tengo pichana en mis ojos, la laguna en la mirada, brilla mi tierra callada corazón de los puesteros, como suspira el lucero en las noches estrelladas.
Ese pueblo tan querido sabor a tierra salada, donde se hacen carbonadas, se tejen matras y ristros, pinta ese suelo vallisto paisajes de La Humada.
Donde suele refugiarse el basto y el sobrepuesto, allí se juega su resto el criollo que ha resistido, en el valle encontró el nido cuando se ha ido del puesto.
Allí termina su vuelo bajo ese cielo celeste, con aromita silvestre arriado por la nostalgia, que suele ser la fragancia que perdura en el oeste.
Versos extraídos con permiso del autor, Ariel “Alpataco” Vázquez del libro Los últimos puesteros.